La experiencia tiene como protagonistas a Bárbara Yáñez, una de las veterinarias del Gobierno porteño, y a una chihuahua llamada Cleo. Ocurrió en el Barrio Padre Ricciardelli durante uno de los operativos que se realizan todas las semanas en diferentes puntos de Buenos Aires. “Si no lo hacía, la perrita podía morir ahí mismo”, aseguró la especialista.
El equipo de veterinarios del Gobierno porteño realizaba uno de los operativos de rutina de atenciones veterinarias y castraciones gratuitas de perros y gatos en el Barrio Padre Ricciardelli.
Después de atender a varias mascotas, le llegaba el turno a Cleo, una simpática chihuahua pincher de pelo té con leche. Los controles previos indicaban que todo estaba bien para realizar la castración, ya que no había presentado particularidades específicas ni a la palpación ni al estado general, por lo que Bárbara Yáñez, una de las veterinarias del equipo especializado, decidió darle el apto para la intervención quirúrgica, indicando un control a nivel anestésico específico. Sin embargo, algo sucedió.
Una vez comenzado el procedimiento, Yáñez descubrió una infección denominada colecta uterina (Piometra). Frente a este problema, y a pesar de los riesgos asociados, decidió resolver en el momento. “Si no lo hacía, la perrita podía morir ahí mismo”, aseguró.
La operación que se le realizó fue una ovario-histerectomía, que consiste en sacar tanto ovarios como útero, cuando en la castración se retiran únicamente los ovarios.
La infección se había presentado de forma silenciosa y sin síntomas, ya que la perra no tenía secreción uterina visible al tratarse de una piometra a cuello cerrado, motivo por el cual el dueño nunca había notado nada extraño. “El procedimiento era complejo y requirió otra incisión a nivel del abdomen, pero afortunadamente logramos llevarlo a cabo con éxito”, expresó la especialista.
Luego de la cirugía, el equipo de veterinarios del Gobierno porteño citó a la persona a cargo de la perra a unos controles y ésta tuvo una recuperación sin problemas. “Logramos salvarle la vida al animal, ya que de no haber realizado la intervención, las complicaciones que genera el caso, como por ejemplo la ruptura del útero, podrían haberle provocado la muerte”, reveló Yáñez, quien luego de varios años estudiando una de las carreras más difíciles a nivel académico y ya con casi una década de experiencia en su labor, sostiene que lo que más satisfacción le da es “estar ayudando a los animales, quienes no tienen voz y no tienen manera de decirnos qué les pasa”.