Florencia Fontana es la primera mujer en integrar el escuadrón de doctores motorizados de ese servicio de salud porteño. “Pensar que empieza el día y que uno puede ayudar a alguien es lo que más me gusta de trabajar acá”, afirma.

En su foto de perfil de WhatsApp, Florencia Fontana posa con su uniforme verde y rojo. Su mano izquierda la apoya en el manubrio de una moto casi tan grande como ella, de 650 cc; su otro brazo sostiene el casco. De fondo, la Plaza de los Dos Congresos, el palacio legislativo y un cielo celeste impoluto, sin una sola nube. Con decisión, sus ojos apuntan al norte: es la primera mujer en integrar el escuadrón de motos del SAME.

La misma decisión que tuvo desde chica. “Desde que tengo memoria quise ser médica”, asegura y, aunque le llevó un tiempo decidir la especialidad, optó por emergentología, la que mejor se ajustaba a su determinación.

CABA

“La emergencia es algo que llama la atención: cómo será, si uno estará capacitado para atender, si puede manejar la adrenalina, los nervios y el trabajo en equipo. Y te das cuenta en el momento que te podés preparar, pero las situaciones te terminan formando y uno se pone a prueba todos los días”, relata Fontana.

La adrenalina la motiva. Según la motomédica, todos los días son distintos. Trabajar en el SAME significa llegar a las 7.30 de la mañana a la central sin saber a qué hora va a volver. Es una no-rutina que la obliga a tomar cada mate que le ofrecen o a comer cada vez que puede porque, tal vez, no vuelva a hacerlo hasta altas horas de la noche. Si la radio suena, ella enciende la sirena, acelera y se pierde en el tránsito porteño.

No obstante, hay días “calmos”, cuenta Fontana. También advierte: “Hay palabras prohibidas en la medicina”. Entonces, buscará sinónimos y dirá que las jornadas “apacibles” terminan a las 16.30, más o menos.

Antes, ella hizo el Doctorado en Biomedicina, fue becaria del CONICET y, por sus antecedentes e investigación, se integró al servicio de emergencias porteño. Posteriormente, pasó a trabajar en Telemedicina del SAME. En marzo de este año se sumó al equipo: “Me tocó estar en el momento y lugar indicado”. 

El escuadrón nació en 2022 a raíz de un problema que se advirtió con la proliferación de manifestaciones: las ambulancias tardaban mucho tiempo en atravesar las calles ocupadas y la atención urgente se demoraba. De allí que los profesionales estén particularmente alerta las veces que se desarrollan protestas.

A su vez, patrullan las arterias de mayor circulación del centro porteño, las avenidas y las autopistas, con el objetivo de llegar antes a los accidentes y aprovechando la capacidad de las motos para escabullirse entre los autos.

Los vehículos son más chicos, pero no por eso tienen menos herramientas. Cada uno tiene tres baúles en los que llevan lo necesario para atender una emergencia, desde gasas, vendas y cuellos ortopédicos hasta un cardiodesfibrilador, pasando por medicación y vías para aplicarla en el auxilio.

Salvo excepciones, los profesionales andan de a dos dado que, a veces, se necesita más de un médico para atender las situaciones que se les presentan. Así, los miembros del equipo especializado forjan un sólido compañerismo.

Juan Noir es la otra mitad del binomio que componen con Fontana. Tiene 47 años y hace décadas que forma parte del SAME. Como a su compañera, le apasiona de su trabajo no saber con qué se va a encontrar durante el día. Se aburre con la rutina. Antes de subirse a la moto, integraba el escuadrón aéreo, al que la gestión de Jorge Macri le incorporó equipamiento para que pudiera funcionar a la noche y, así, llegar en menos de cuatro minutos a atender cualquier urgencia en el territorio porteño. 

La flota del servicio de emergencias de la Ciudad cuenta, entonces, con cuatro tipos de vehículos que se utilizan según lo que requiera la urgencia. “Todos son medios de intervención rápida y tienen la capacidad de llegar, atender y estabilizar a cada paciente”, expresó el Jefe de Gobierno, que también inauguró las unidades de psiquiatría del servicio de emergencias de la Ciudad y aseguró que “mejorar el sistema de salud pública siempre va a ser nuestra prioridad”.

Noir explica que su profesión los obliga a construir una suerte de armadura, un escudo psicológico para que las escenas más impactantes no entorpezcan su accionar cuando tienen que atender un auxilio.

No obstante, el SAME cuenta con un equipo de psicólogos y psiquiatras que atienden a las víctimas en las urgencias, pero que también charlan con los profesionales de la salud cuando ellos lo necesitan.

De los casos más difíciles, Fontana se lleva aprendizajes: “Hay algunos que te van marcando, tanto en la personalidad como en el accionar profesional, pero de cada uno me llevo algo, siempre en pos de mejorar para el próximo evento”.

Cuando los médicos arriban a una escena, las tareas son muchas: deben evaluar la cantidad de víctimas, sus edades, qué tipo de incidente aconteció, realizar el triage para juzgar la gravedad de la emergencia y, finalmente, dar un parte de la situación por radio a la central, que determinará cuántos móviles serán necesarios para trasladar a los heridos.

La importancia de que exista este escuadrón es la atención rápida y la medicalización de la escena prácticamente de manera inmediata”, indica Fontana. Su familia está feliz y orgullosa por ella: siempre valoraron al SAME como institución pública de salud.

Fontana también está contenta. En su labor confluyen sus dos pasiones, las motos y la medicina. “Pensar que empieza el día y que uno puede ayudar a alguien y salvar una vida o asistirla y el compañerismo que hay en todo el SAME es lo que más me gusta de trabajar acá”, concluye.

Con su armadura puesta, disfruta de la adrenalina que la emergencia lleva consigo. Fontana es la primera en llegar a la escena en la que cada segundo vale. Su determinación salva vidas. Rápidamente debe decidir cómo proceder en un auxilio, con la misma seguridad que eligió, de chica, que sería médica.

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