Nota de opinión por Santiago García

LOS PARTIDOS POLÍTICOS EN LA ARGENTINA QUE SE VIENE

Que los partidos políticos han perdido peso entre los argentinos es una realidad. Ocurre que estamos buscando opciones humanas que nos enamoren y ya no es importante para nuestras vidas acudir a las clásicas estructuras formalizadas para determinar nuestro voto. En épocas anteriores, un ciudadano votaba a un partido político casi sin importar sus nombres y hoy se votan nombres (los primeros de la lista) casi sin importar el partido político.

Esta crisis ha empujado a los partidos a encontrar en las coaliciones una vía de supervivencia fundamental. En ella, se agrupan viejos y nuevos espacios con el objetivo de ganar las elecciones y pasar de ser una coalición electoral a una coalición de gobierno. Es cierto que las coaliciones han obtenido, con el paso del tiempo, el impacto de una marca, pero no están ni cerca de funcionar como un partido a la hora de capitalizar o responder por sus actividades.

A lo largo de nuestra historia se regularon a los partidos de modo tal que para su correcta recepción era necesario cumplir con requisitos, entre ellos, ideológicos. Es decir, que había que contar con un programa para poder ser un partido político. En el año 1983 comenzó a cambiarse esta noción, con el objetivo de alcanzar una real pluralidad de expresiones políticas. En la reforma de 1994 se hizo hincapié en los partidos políticos a la hora de definirlos y de sostenerlos por el propio Estado, entendiendo que son instituciones clave para la participación y desarrollo de la democracia.

En el marco de la ley y de la jurisprudencia, se desprende que la regla es propiciar la existencia de partidos políticos y que la prohibición sólo se justifica por las acciones y conductas que lleven adelante sus miembros o las agrupaciones mismas, más allá de su bagaje ideológico. Claro está que no se pueden permitir postulados discriminatorios y que atenten contra los derechos fundamentales del ser humano; así lo entendió la Corte en el caso de Partido Nuevo Triunfo. Esta agrupación proponía desbaratar “la red homosexual, drogadicta y corrupta que hoy infecta a la Argentina”, esta promoción de prácticas discriminatorias están prohibidas por ley y la Corte falló en consecuencia.

La Constitución Argentina regula los partidos políticos en su artículo 38. Asimismo, menciona el régimen de los partidos políticos en los artículos 54, 77 y 99, inciso 3°. Estas normas deben concordarse además con los principios derivados de los artículos 1°. (régimen representativo y republicano), 14 (derecho de asociación), 22 (régimen representativo), 33 (derechos no enumerados, soberanía popular y régimen republicano), 37 (sufragio y derechos políticos) y 75 inciso 22 (tratados de derechos humanos con jerarquía constitucional).

Las definiciones sobre partidos políticos podemos encontrarlas en distintas fuentes:

-Artículo 38 de la Constitución: Son instituciones fundamentales del sistema democrático.

-Artículo 2° de la Ley Orgánica de los Partidos Políticos: Son instrumentos necesarios para la formulación y realización de la política nacional.

-En la jurisprudencia, C.S.J.N. “Ríos” (22 de abril de 1987): Son organizaciones necesarias para el desenvolvimiento de la democracia representativa y, por tanto, instrumentos de gobierno.

Dicho esto, podemos tomar la definición más alta de nuestro ordenamiento jurídico, dónde se menciona que los partidos son fundamentales para el sistema democrático, y analizar la situación argentina:

Desde 1912 con el sufragio universal, secreto y obligatorio, mediante la ley Sáenz Peña, nuestro país estuvo sumergido en un virtual bipartidismo. Estos periodos fueron interrumpidos por dictaduras militares que dañaron a todos los sectores políticos, incluídos los mayoritarios que aún hoy existen. El hecho de que el peronismo (que formalmente aparece en 1946) y el radicalismo se necesitaban, y se necesitan, para elaborar políticas públicas, siempre fue un punto clave. Se han hecho diversos experimentos para que ambos coincidieran en la cámara alta y baja o, directamente, en una misma boleta. En este contexto, fueron teniendo lugar las adhesiones de sectores políticos ajenos a los tradicionales con distintas motivaciones particulares. Esto iba en sintonía con una nueva tipología de partido denominada “Catch All” o “atrápalo todo”, que aparecen tras la Segunda Guerra Mundial; el concepto fue desarrollado por el politólogo alemán Otto Kirchheimer para definir a los partidos que querían atraer al máximo número de electores, aprovechando determinada ambigüedad ideológica. Pero esta necesidad de ampliar la

base electoral fue motivando a la instrumentación de distintas sociedades electorales que, en nuestro país, tuvieron un accidentado antecedente hace 21 años.

El ciclo de La Alianza que finalizó en diciembre del año 2001 fue una mancha política notable para las coaliciones. Esto derivó en que sólo el peronismo tuviera la aceptación social suficiente para gozar de los beneficios de trazar alianzas con otros espacios políticos, castigándose al radicalismo por aquel fracaso del 2001, cuyos términos y variantes no analizaremos en el presente artículo.

Con el pasar de las elecciones y la reducción electoral notable que tuvo la UCR, llegamos a la Convención de Gualeguaychú del año 2015, dónde el centenario partido decidió anunciarle a la sociedad que nuevamente se iba a hacer cargo de integrar una alianza con otros partidos. La novedad política (que se podía leer entre líneas) de este acuerdo fue que el partido mayoritario y con representación en todos los rincones del país no iba a encabezar la lista, poniendo un candidato testimonial como Sanz para que el socio mayoritario de la coalición se impusiera con comodidad. De esta manera, Mauricio Macri se legitimaba habiendo ganado una PASO y la estructura radical debía atarse a lo que su Convención había dispuesto en Entre Ríos. Porque en ese Honorable Cuerpo reside la tarea de elaborar y sancionar el programa del partido para cada período presidencial y demás reformas. Todo este tecnicismo interno es fundamental para arribar al presente.

El haber completado el mandato temporal para la Coalición “Cambiemos” fue un logro, ya que ningún gobierno que no estuviera bajo el paraguas del peronismo oficial había podido terminar sus gobiernos por diversos motivos. La prueba del 2015 permitió que la sociedad volviera a aceptar a las coaliciones electorales para todos los sectores políticos pero con una condición que nos conecta con el principio; quien encabezara la lista debería ser una persona con gran aceptación. Se sobreentiende que esta persona, además, debe ser incapaz por sí sola o por su partido para triunfar en las elecciones.

Esta aceptación popular se puede conseguir con distintos resortes, y aunque su caducidad está por verse, podríamos decir que la penetración en la sociedad de la figura humana es tan importante que otorga, prácticamente, un cheque en blanco de lealtad. Es así, que Mauricio Macri consiguió que para el año 2019 su candidato a vicepresidente fuera

Miguel Ángel Pichetto; un hombre vinculado no sólo al peronismo, sino al kirchnerismo, que la coalición “Juntos por el Cambio” se había propuesto enfrentar. Lo que nos pone en la tarea de analizar el rol de las coaliciones y las personas que la integran.

El hecho de tener a las coaliciones ya instaladas implica contar con “marcas” que representan a un sector de la sociedad más amplio que el de un partido político. Con la característica esencial que su identificación con el elector se da por una cuestión mucho más general que la afinidad que un ciudadano pueda tener con un partido político. En el caso de la “marca” que hoy se denomina “Juntos”, contiene a dos partidos políticos principales y bastante opuestos (PRO-UCR). Prácticamente no poseen ninguna coincidencia ideológica, pero sí comparten el objetivo electoral de imponerse al kirchnerismo en elecciones. Esto mismo es lo que puso a la coalición electoral a discutir, en la actualidad, qué rol va a tener cada integrante del espacio. Pasar de ser una coalición electoral a una coalición de gobierno es la tarea principal de esta sociedad de partidos y ahí reside el carozo del asunto.

Ricardo Balbín decía que “La democracia discute y sus crisis y las crisis de sus partidos son de carácter creador.” Dándole, de esta manera, un rol preponderante a los partidos, tal cual lo hace nuestra Constitución.

Sin dudas, los partidos políticos pasaron de estar en crisis a convertirse, directamente, en sellos de goma. Las coaliciones políticas vienen a ser, para el ciudadano promedio, una institución similar a un partido pero es necesario analizar las variantes que nos llevan a hacer foco en nuestro ordenamiento jurídico, incluída la Constitución Nacional.

Como dije anteriormente, al día de hoy las figuras son más seductoras que las organizaciones políticas. Alrededor de los hombres y mujeres con ambición de gobernar se adhieren distintos sectores de la política, a través del instrumento llamado coalición. Esto es distinto a las épocas donde el elector votaba a “su” partido político, sin demasiado análisis, lo cual ha llevado a la dirigencia política a potenciar personas para luego disputar lugares en las coaliciones de partidos.

Hasta hace algunos años, en la alianza “Cambiemos” sólo el PRO tuvo la capacidad de generar e instalar candidatos, quedando la UCR atada a los ya conocidos resultados electorales recientes. Pero, últimamente, el centenario partido se propuso crear nuevos cuadros políticos, entendiendo

la impronta humanizada que hay que brindarle a la sociedad para competir internamente. Lo interesante es que el partido radical hoy tiene muchos candidatos en el país, pero su más reciente figura no fue generada desde el propio partido. Facundo Manes, es un outsider que en las elecciones anteriores puso, rápidamente, a todos los comités radicales en la tarea de ganarle una interna al PRO en Buenos Aires, consiguiendo resultados muy buenos. Esto último nos hace reflexionar sobre la importancia de un partido político consolidado en compañía de una figura política fuerte.

Entonces, la pregunta que tenemos que hacernos es: ¿Siguen siendo los partidos políticos una herramienta fundamental como plantea la Constitución Nacional Argentina? ¿Qué significa esto?

Si un partido de la coalición tiene la capacidad para generar e instalar a un candidato, la sociedad le entregará un cheque en blanco a esa persona a los efectos de conducir la alianza y seguiríamos teniendo una coalición electoral que, no necesariamente, se transformaría en una de gobierno al momento de asumir. En el caso que estamos analizando actualmente vemos como la aparición de Facundo Manes logró despertar nuevamente la ambición del radicalismo de generar candidatos; lo particular de este asunto es que el neurocientífico no se crió dentro de un comité, porque la UCR no tuvo esa capacidad de crear cuadros políticos para gobernar Argentina, por lo menos, desde el 2001 hasta la actualidad.

En los partidos políticos las personas tienen las condiciones dadas para desarrollarse y transformarse en cuadros, pero no necesariamente los candidatos hacen “carrera partidaria” como ocurría antes. La urgencia social de identificarse con una persona propicia la farandulización de la política, apelando a distintos perfiles que pueden surgir de los lugares más inusuales. De todas maneras, los partidos siguen siendo el principal formador de dirigentes políticos.

La Constitución Nacional y todo el andamiaje legal de Argentina dan una centralidad necesaria a los partidos políticos. Es en ellos donde el país gesta a sus gobernantes y sus funcionamientos internos son fundamentales para la personalidad del dirigente.

Me gusta decir que el Jefe de Gabinete, que introduce la reforma de 1994, y los partidos políticos guardan ciertas similitudes. El jefe de gabinete

funciona como un disyuntor político, que salta cuando hay un cortocircuito en el gobierno. Es una situación poco frecuente, debido a la cercanía personal que suele tener un Jefe de Gabinete con su Presidente, pero de ocurrir su renuncia o cualquier conflicto público, se produce (o debería) un cimbronazo político en el país. De igual manera, hoy nos encontramos con partidos políticos menos relevantes que antes y podríamos decir que ese disyuntor ya se activó. La calidad de la dirigencia continuará degradándose a medida que los políticos se sigan alejando de los partidos para acercarse a la farándula. Tenemos que repensar la participación de la ciudadanía en los partidos y el rol que ellos tienen o deberían tener en nuestra vida cotidiana. Es necesario volver a nutrirlos y valernos de su funcionamiento para crear políticas públicas. Si en las próximas décadas no nos dedicamos a fortalecer a los partidos políticos, podríamos decir que el Artículo 38 de la Constitución habrá quedado en desuso.

Enlaces:

-Otto Kirchheimer and the Catch-All Party https://www.researchgate.net/publication/240519927_Otto_Kirchheimer_ and_the_Catch-All_Party

-Partido Nuevo Triunfo s/ reconocimiento – Distrito Capital Federal https://sjconsulta.csjn.gov.ar/sjconsulta/documentos/verDocumentoByIdL inksJSP.html?idDocumento=6638061&cache=1666709438190

-Convención Nacional de la UCR https://ucr.org.ar/lo-que-somos/carta-organica-ucr

-Fallo Ríos 1987 https://drive.google.com/file/d/1C_Xb05VHWxXgYulgsiBlmi_qgUHhqIBf/vi ew?usp=share_link

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