Pablo Novak, el hombre que se hizo famoso por ser el único que vivía en las ruinas de la ciudad de Epecuén, falleció a los 94 años en su humilde casa. Novak había nacido y crecido en Epecuén, una villa turística que fue sepultada por el agua salada del lago homónimo en 1985, tras una inundación histórica que la convirtió en una ciudad fantasma.

Novak nunca quiso abandonar su lugar en el mundo, y resistió durante más de tres décadas en distintos ranchos, cuidando de sus vacas y chivos, y recibiendo la visita de periodistas y curiosos de todo el planeta, que querían conocer su historia y la de Epecuén. Su testimonio fue registrado en documentales, libros, revistas y videos, que lo convirtieron en una celebridad internacional.

Epecuén fue una de las más importantes ciudades termales de Argentina, que llegó a albergar a más de 25 mil visitantes por temporada, atraídos por las propiedades curativas de sus aguas. Sin embargo, el 10 de noviembre de 1985, una tormenta excepcional provocó la rotura de un dique y la subida del nivel del lago, que cubrió por completo la villa. Diez años después, el agua comenzó a bajar, dejando al descubierto un paisaje desolador, de edificios derrumbados, árboles blanqueados y objetos oxidados.

Hoy, Epecuén es un sitio de interés turístico, cultural y científico, que atrae a miles de personas cada año, que recorren sus calles y sus ruinas, y se maravillan con su historia. Novak fue el último testigo de esa historia, y el guardián de su memoria. Su legado quedará para siempre en el corazón de quienes lo conocieron, y de quienes lo conocerán a través de sus relatos.

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