Boca sigue con vida en la Copa Libertadores y en semifinales le espera un rival que a priori aparece como superior. Sin embargo, la ilusión del Xeneize se aferra solo a cuestiones extra futbolistícas más que argumentos sólidos desde el campo de juego, para poder llegar a la final que se disputará en Río de Janeiro.
Tan solo el Gran Chiquito Romero y en el desenlace de los penales, pudiese tomarse como un hecho optimista de cara al duro cruce que le espera con los brasileños, de lo que ocurre en el campo. El arquero atajó 8 de los últimos 14 penales que le ejecutaron en Boca por lo que lo ha transformado en un extraordinario especialista si la serie llegase a estar igualada ante Palmeiras.
Sin embargo, el entrenador Jorge Almirón ha dado muestra de una enorme cautela para planificar los partidos. Si bien tuvo su gran momento, en el primer tiempo jugado ante Racing en la Bombonera, luego nunca arriesgó para quedarse con el triunfo en la llave, tal vez sabiendo que tenía un arma letal en la definición desde el punto penal. Ni siquiera Edinson Cavani que mostró destellos de su jerarquía pudo ser determinante en la serie ante la Academia.
El delantero uruguayo tuvo escasas posibilidades de gol, un cabezazo en el primer partido y una definición extraña en el Cilindro pero en ambos casos se encontró con una buena respuesta del arquero Gabriel Arias. El mediocampo de buen manejo que puso Almirón: Medina-Pol Fernández-Equi Fernández no tuvo profundidad y se quedó más bien en el primer pase en ese sector del campo de juego, asfixiado por la presión que ejerció el rival y las lógicas imprecisiones para encontrar la gestación de juego a tanta velocidad. Boca fue un equipo cauto y temeroso en esta serie y si no hubiese sido por su héroe Romero no hubiera llegado a esta instancia.
Tampoco había sido un derroche de fútbol en los octavos de final ante Nacional de Uruguay, al que no pudo ganarle en ninguno de los dos partidos disputados y también fue determinante su arquero. Los argumentos para ganar la Copa habrá que buscarlos fuera del campo de juego y es allí donde todo se vuelve subjetivo.
Se podrá mencionar la mística copera, los años gloriosos, el peso de la camiseta y tachin-tachin. Si Boca no progresa adentro del campo de juego como equipo, si su técnico Almirón se saca los miedos y las individualidades de jerarquía, que las tiene, no dicen presente, entonces las chances para llegar a Río y ganar la séptima serán remotas.